Lamentaciones de un prepucio
Si usted no se ríe con el sufrimiento del autor, le devolvemos el dinero.
Lamentaciones de un prepucio
Vale, Dios no dice nada cuando Le hablan, asunto a partir del cual se
han escrito pliegos interminables, pero no por eso es menos vengativo
y cruel. Lógicamente, el mayor conspirador de la historia actúa en
silencio, y de Él no hay manera de escapar, como bien sabe cualquier
paranoico de orientación pesimista (alguien que ha entendido la
situación y no temería lo peor si no esperase algo mejor).
Estamos hablando de Shalom Auslander, educado en la ortodoxia judía,
de la cual se desvió primero a través de la pornografía y la comida no
kosher, la marihuana, el hurto y la masturbación compulsiva, y luego a
través de una vida que podríamos llamar laica. Y que viene a ser lo
mismo, porque el autor sigue creyendo –es decir, temiendo– de modo
«agobiante, incurable, miserable». Por eso, ahora que su hijo está por
nacer, no sabe si hacerle cortar el prepucio según ordena la tradición
o esperar algo peor que la muerte, una tortura más lenta, dolorosa y,
sobre todo, divertida a los ojos de Dios. Más allá de la anécdota,
este memoir (pues no hay aquí más ficción que en la Biblia, aunque
tanto castigo parezca mentira) da cuenta de una rebelión inevitable y
al mismo tiempo inútil. Estas Lamentaciones meditan, pues, sobre la
identidad. ¿Soberanía y sujeción a partes iguales? Nadie responde.
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