Por qué cuidar Shabat me hace un mejor doctor
“¿Alguna vez tienes problemas para cuidar Shabat por ser médico?”, me preguntó mi nuevo colega en el hospital. He estado respondiendo a alguna variación de esta pregunta desde que empecé la facultad de medicina y mi compañero de habitación me preguntó: “¿Cómo vas a hacer para aprobar el enorme examen de anatomía del lunes si no estudias nada todo el sábado?”.
Desde que entré el campo de la medicina tuve muchas experiencias interesantes al explicar mi observancia del Shabat. Cuando era un estudiante de tercer año de medicina, un viernes por la tarde un cirujano me miró incrédulamente cuando le dije que si seguía dictando una más de sus notas postoperatorias tendría que irme caminando desde el hospital hasta mi casa. Cuando hice mi residencia, un colega se quejó diciendo que no era justo que yo nunca tuviera que cubrir las guardias de los sábados, hasta que le ofrecí cubrir a sus pacientes ese día de Acción de Gracias.
Al comenzar a observar el Shabat en el año 2005, negociar mi nueva carrera de medicina no fue ni la mitad de difícil de lo que pensé que sería. El primer paso fue buscar un programa de residencia—y posteriormente un puesto en un hospital—en donde el jefe del departamento estuviera dispuesto a aceptar mi horario. Las entrevistas siempre incluían unas cuantas bromas sobre estar “disponible 24/6” y “saber exactamente cómo será mi calendario de vacaciones para los siguientes 224 años de acuerdo con el calendario judío”. También me hice algunos amigos al ofrecerme como voluntario para cubrir las guardias de los domingos y estando dispuesto a ayudar cada 25 de diciembre y 1 de enero. Esto me permitió arreglar que mis colegas me cubrieran las noches de los viernes y los sábados, porque la mayoría de las personas lo aceptaban como un cambio justo.
En verdad, al llegar Shabat nunca me quito mi bata blanca y mi estetoscopio. Aunque mi beeper queda desconectado los viernes por la tarde, hubo emergencias que me mantuvieron en el hospital más tiempo de lo que había pensado y más de una vez caminé hasta mi casa en la oscuridad. También hubo momentos en la sinagoga en los que tuve la fortuna de contar con el entrenamiento médico necesario para asistir a personas de la misma forma en que lo hubiera hecho si fuera un martes. Hacer lo que se debe hacer para salvar una vida se antepone al Shabat. Todavía más, para los médicos, las enfermeras como mi hermana Jana o los paramédicos como mi amigo Noam, atender a un paciente no es una profanación del Shabat
Observar el Shabat evita que me convierta en otra víctima de la epidemia de agotamiento que arrasa entre mis colegas en el campo de la medicina.
Cuidar el Shabat me mantiene cuerdo. En la facultad de medicina, cuando mi compañero de cuarto me preguntó como identificaría las 3841 partes del abdomen y del tórax en nuestro examen de anatomía, le expliqué: “Descansar un día a la semana me da la fuerza necesaria para poder estudiar con mayor intensidad durante los otros seis días”. El estado de conciencia que lograba en Shabat me renovaba lo suficiente como para poder enfrentar el tornado de los exámenes de la facultad de medicina. Logré resistir a la tormenta con bastante éxito, lo que me permitió entrar a la Escuela de Medicina de Harvard para un programa de residencia de primera categoría.
Observar el Shabat evita que me convierta en otra víctima de la epidemia de agotamiento que arrasa entre mis colegas en el campo de la medicina. Nunca habría podido resistir la tentación de escribir nuevos trabajos académicos, trabajar un poco más para pagar mis deudas, darle seguimiento a pruebas de laboratorio o completar las notas de antiguos pacientes. Por suerte tengo el Shabat para mantenerme equilibrado y conectado con mis seres queridos como un miembro de la familia. Al ver los rostros que caminan por el hospital el lunes a la mañana, no es necesario ser un experto psiquiatra para ver la desesperación en los ojos de las personas que trabajaron durante todo el fin de semana y no pasaron nada de tiempo con sus seres queridos. Es la mirada del agotamiento mental, la mirada de prepararse para renunciar a los 45 años y la mirada de quien necesita un buen psicoterapeuta para hablar sobre la tragedia del agotamiento del médico (Tengo un amigo que en la escuela de medicina quebró un record al pasar 137 días seguidos en la biblioteca). Vale la pena destacar que las investigaciones demuestran que el agotamiento médico está directamente ligado con una atención mediocre de los pacientes y errores médicos. Esto significa que el Shabat también es bueno para mis pacientes.
El Shabat fue más una salvación que un obstáculo. Hace muchos años, en una caminata por el norte de Israel, conocí a un joven jasídico que iba en la misma dirección. No compartíamos un idioma, sin embargo nos comunicamos fácilmente en la soledad compartida del bello entorno. En cierto momento de nuestra improvisada conversación, él me preguntó—aunque es una traducción imperfecta—si yo “protegía al Shabat” (shomer Shabat). La respuesta fue fácil: yo no protejo al Shabat; el Shabat me protege a mí.
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