la covid no se tatúa



La cultura del tatuaje, como la de la música, la pintura, el teatro, el cine o la tertulia, sigue viva en Burgos, aunque para disfrutar de todo aquello que nos enriquece como personas haya que adoptar más precauciones y limitaciones que nunca. Los tatuadores artísticos profesionales lo saben muy bien, pues sanidad e higiene siempre han presidido unos servicios en los que el contacto estrecho entre artista y cliente es fundamental para lograr la máxima perfección y belleza sobre la piel.


Andrés Calleja, Tattoo Rock para los que saben de su buen hacer, reconoce que vive un momento excepcional en los 21 años que lleva en esta sutil disciplina de expresar su arte sobre el cuerpo de las personas. La crisis sanitaria le ha afectado como a todo empresario, como autónomo y artista que es, pero los clientes no han dejado de solicitar sus servicios, lo que les agradece sinceramente en estos momentos.


Gente joven y de más edad, hombres y mujeres, e incluso profesionales como militares, policías, abogados o ejecutivos de banca que no pueden evitar la satisfacción de lucir una obra de arte escondida bajo el uniforme o el traje y la corbata.


El coronavirus, explica Calleja, no ha cambiado el protocolo sanitario que aplican en los estudios, aunque ahora los aforos son muy limitados, el gel hidroalcohólico preside todas las estancias y acciones, la limpieza se ha redoblado y el uso de mascarilla (habitual en estos trabajos antes de la crisis sanitaria) es ahora obligado por ambas partes. "No hemos olvidado todos los riesgos que conlleva nuestra actividad, la contaminación cruzada sigue ahí y en el área de trabajo se mantiene un correcto protocolo sanitario que ahora hemos ampliado con la covid-19".


Además de todo lo dicho, todo el instrumental que se utiliza en el proceso de tatuado se protege con plástico. "Creo que la mayor protección en mi trabajo empieza por el sentido común, estamos como estamos".


Aunque mantienen una posición discreta como colectivo, los tatuadores artísticos profesionales se han visto afectados por la situación sanitaria, pues operan en un ámbito -como el de la música- en el que el contacto entre personas es fundamental. "Cada tatuaje tiene su duración, no es lo mismo unas letras que un retrato. Esto lleva horas y varias sesiones de trabajo. Mi límite es el trabajo correcto no las horas que dura el hacerlo. Me vuelco para el que el producto final sea perfecto".



Insisten en que los centros de tatuaje dados de alta son seguros pues se someten a, al menos, dos inspecciones sanitarias cada año. No ocurre lo mismo en la actividad irregular, que también abunda en este sector. "Tenemos que dar a nuestros clientes la máxima seguridad y, partiendo de ello, tenemos que apoyarnos entre todos para que resurjan los negocios sin olvidar todos que tenemos un problema sanitario".

Andrés Calleja reconoce que su secreto está en "mantener día a día la ilusión, como en el septiembre del 99 cuando cambié el pincel por la máquina de tatuaje, sin esa ilusión el resultado final de mis diseños personalizados no sería positivo. Soy consciente de que no trabajo en una cadena de producción. Si es complicado mantenerse cada día como autónomo, con todas sus responsabilidades y deberes, en la situación de pandemia la circunstancia se acentúa".


El cliente que acude a Tattoo Rock, reflexiona su dueño, lo hace por capricho, no por primera necesidad "lo que acrecienta más el peso de la mochila que llevamos encima como autónomos".


Ferreteros. Hubo un tiempo en el que los tatuadores cotizaban fiscalmente en el epígrafe de ferretería, porque muchos de ellos vendían piercing. También se les asoció con la cosmética pero ahora son lo que son. "Hace 20 años tuve que dar a conocer a los inspectores sanitarios del Ayuntamiento cómo era la normativa vigente en nuestro sector, que venía originariamente de Barcelona, luego llegó a Madrid y de ahí a toda España".


"En dos décadas con Tattoo Rock abierto he podido ver diferentes tipos de clientela y cómo se ha cambiado y se ha amoldado a cada situación y época. Ahora predomina el cliente que valora aún más el significado que tiene plasmar en su piel lo que es y lo que siente y eso no hay virus que lo detenga".


Andrés Calleja tiene muy claro que un día se recuperará la normalidad. "Nos tatuábamos ya en los tiempos de las cavernas y hemos pasado demasiadas historias como para que el tatuaje desaparezca".


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