Haití: una tragedia perenne
Lo que se requiere es que esta sea la ocasión para que los que comen
tres veces al día se ocupen de los que tienen hambre
Autor: Salvador I. Reding Vidaña | Fuente: Catholic.net
El terremoto que recién devastó a Haití, llevó a los comunicadores y
por su medio al mundo entero de asombro en asombro. Un número muy alto
e indeterminado de muertos, más la destrucción de la mayor parte de
las edificaciones del país y de su estructura productiva, el hambre,
la sed y los heridos han pasmado al mundo.
La tragedia producto del terremoto y sus réplicas, ha volcado la ayuda
de naciones, organismos y personas preocupadas para remediar la
angustiosa situación de los habitantes de Haití. Sin embargo, la
insuficiencia de medios hace que la ayuda en alimentos, agua potable,
medicinas y otras cosas no pueda ser recibida o distribuida como se
requiere. Pero la insuficiencia ya existía.
Las diversas trabas para hacer llegar la ayuda al país y distribuirla
no es solamente resultado del terremoto. Haití vive perennemente en
estado de tragedia. La infraestructura ya era deficiente antes del
sismo: Haití carecía casi de todo y esta es una historia de larga
trayectoria. Sin embargo "nadie" estaba enterado.
Es muy grave que apenas estos días, como resultado del terremoto
devastador y mortífero, el mundo "descubra" la tragedia perenne de
esta pobrísima nación. Los conductores de radio y televisión, así como
la prensa escrita, han dado a conocer información existente pero
arrumbada sobre la extrema pobreza y atraso de todo tipo en Haití.
Digamos que descubren el hilo negro, o el agua caliente.
Haití siempre estuvo allí, con su casi total subdesarrollo, sus
incapacidades gubernamentales, sus dictaduras, su hambre, su
insalubridad, su falta de empleo, su analfabetismo, su pérdida a gran
escala de tierras cultivables y bosques. Sin embargo, con gran
asombro, los comunicadores, como dije, y por su medio el mundo, apenas
se asoman a esa tragedia permanente de Haití.
Esta es la gran tragedia, no haitiana, sino del mundo desarrollado,
ese que vive con todo lo necesario y sobrantes. La tragedia es la
gravísima insensibilidad y desinterés por las necesidades de países
enteros o regiones que mueren de hambre, insalubridad elemental y
enfermedades curables.
Por eso los problemas para hacer llegar ayuda y distribuirla, han
abierto el expediente Haití con todas sus limitaciones pre-terremoto.
La miseria haitiana había pasado desapercibida, y esta nación sólo se
volvía noticia ante sus recurrentes crisis gubernamentales, con una
democracia de mentiras.
Igualmente pasa con las miserables naciones africanas en estado de
guerras intestinas, con los genocidios tribales, su alta mortandad por
hambre y la inexistente atención médica elemental. Al mundo
"civilizado" no le interesa este asunto, ni la miseria haitiana ni los
millones de muertos por hambre cotidiana.
Sí, la tragedia no es la de Haití u otras naciones, esta volverá por
causas naturales sísmicas o de origen climático, como huracanes o
marejadas, fríos o calores intensos o grandes sequías. La tragedia es
la insensibilidad de los gobiernos y las poblaciones civiles que viven
en la abundancia ante la miseria de millones de personas abandonadas a
su suerte.
Dios creó el universo con sus leyes naturales, esas que por millones
de años han ido modificando la materia de astros y planetas, como el
nuestro. La tierra está aún en evolución y con ajustes estructurales
en su superficie; es decir que seguirá habiendo sismos de diverso
grado, especialmente en zonas sísmicas.
Así, en procesos naturales milenarios, el terremoto en Haití es parte
de de ellos. Dios no ha provocado, pensamos, un especial sacudimiento
telúrico para que murieran miles de personas y se hiciera polvo el
patrimonio misérrimo de un país miserable; sólo permitió que
sucediera, como en otros desastres naturales.
Sin embargo, con esta destrucción y muerte en el pobre Haití, Dios nos
abre los ojos a una tragedia que no es de estos días, sino de un
estado permanente de pobreza y subdesarrollo de una pequeña nación
americana.
Esta es la oportunidad, este es el mensaje del Señor, que como
ciudadanos del mundo, miremos la miseria, la desorganización, la
hambruna y la insalubridad en donde no hemos querido voltear la
mirada, para sentirse a gusto en el diario confort. Los miserables
están allí, dice el Señor, siempre han estado allí, pero a ustedes no
les han importado. ¡Ocúpense de ellos desde ahora!
Pero Dios no quiere que la tristeza provocada por las imágenes
televisivas y las notas de prensa ante la crisis aguda se quede en
enviar alimentos, medicinas y dinero para sortear una situación
angustiosa de momento. No, lo que se requiere es que esta sea la
ocasión para que los que comen tres veces al día se ocupen de los que
tienen hambre, como dijo hace tiempo el presidente brasileño Lula.
Si a partir de esta desesperante falta de agua, alimento, medicinas y
techo que sufre Haití estas semanas, no se organiza el mundo rico o
clasemediero para ayudarle a superar su estado de miseria en forma
permanente, habrá triunfado de nuevo el egoísmo sobre la solidaridad
más elemental.
Si algo podemos hacer, personal o institucionalmente, hagámoslo; pero
al menos, quienes sí estamos preocupados por la miseria injusta, por
el atraso estructural de países y regiones, pidamos al Señor que mueva
los corazones egoístas, no sólo de momento, sino permanentemente, para
ayudarles a superar su pobreza.
Salvador I. Reding
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